Todavia quedaba un fin de semana en Graus, y además era puente, así que lo preparamos a lo grande. Para que lloviera a gusto de todos, decidimos pasear el material de escalada clásica por todo el valle de Benasque, desde el pico Perdiguero hasta las agujas de Perramó, donde escalaríamos el domingo.
Salimos el sábado al amanecer hacia el Perdiguero por el valle de Remuñé, ruta más larga, pero también diferente a la que íbamos a coger para la vuelta. Y vaya si era larga, y dura... No sabía yo que esto del mal de altura diera apenas pasados los tres mil metros...
La niebla mañanera todavía no se había ido cuando ascendíamos por el valle de Remuñé
Los tramos llanos se agradecían...
El valle y el río dieron paso al terreno de alta montaña y a su roca verglaseada, y pronto llegamos al collado donde por fin pudimos dejar las mochilas para acometer la cresta final del Perdiguero.
Francia.
¡Cima del Perdiguero! Con un pie en Francia y otro en España
¡Todo el grupo en la cima!
La cresta del Perdiguero, que larga se hizo...
Cuando iniciábamos el descenso por la cresta, las nubes nos dejaron contemplar el Aneto.
Aneto, a lo lejos.
Nuestro siguiente destino era el valle de Estós, desde el que volveríamos a subir al ibón de Batisiella, donde teníamos pensado pasar la noche.
Perdiendo altura.
Por fin llegamos al valle, donde se encuentra la legendaria Cabaña del Turmo, algunos no sabíamos que existiera de verdad...
"Veinte de abril del noventa..."
Lorenzo y yo, en el valle de Estós.
Las agujas de Perramó al amanecer.
Subiendo hacia las agujas nos empezó a nevar, y siguió nevando toda la mañana, así que entre nevada y nevada no pudimos hacer más que los primeros largos de las vías.
El grupo bajo la nieve.
Ya solo quedaba, por fin, bajar, bajar y bajar, así que a toda marcha nos dirigimos hacia la merecida cerveza en Benasque, con la visita a Barrabés de rigor.
Un fin de semana largo y sufrido, que una vez más me demostró lo grande y lo lejos que está todo en Pirineos....


No hay comentarios:
Publicar un comentario